sábado, 18 de febrero de 2017

LA VOCACIÓN PRIMERA: AMAR


                                      

                                 LA VOCACIÓN PRIMERA:  AMAR

"Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente." 
Santa Teresita de Lisieux



Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Amar está incorporado en el ADN de nuestra alma. Esa es nuestra vocación primera: Amarnos  los unos a los otros como Dios nos ha amado. Desde que somos concebidos aprendemos a amar y a ser amados.
Y así nuestra vida se va haciendo un largo caminar donde la lección, más importante es amar. Nacemos con una vocación determinada por Dios al nacer: la paternidad ( biológica y/o espiritual) el matrimonio, la vida consagrada. El camino hacia ellas es el amor. Primero el amor a Dios, pues si no reconocemos a nuestros Creador como un Padre que nos ama difícilmente podremos sentirnos amados y por ende aún más difícil amarnos a nosotros mismos.  Ama a Dios sobre todas las cosas. Dice San Pablo en su Carta a los Corintios 13,1:” Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
 Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
Si amamos nuestras raíces amaremos lo que somos y amaremos a los demás. Si amas a Dios todo lo demás se dará por añadidura. Porque amándolo a Él te amas a ti mismo por ser tú su obra maestra. Y amándote tú puedes amar al prójimo como imagen y semejanza de Dios. Y todo vuelve al Señor, tu Dios.Todo amor dado vuelve a El.
Amar no es nada fácil. Es una obra titánica que requiere sacrificio, entrega, mansedumbre. Toda la virilidad y la valentía  pero también toda la delicadeza y la ternura. Estamos heridos por el pecado original, como una herida que no cicatriza, sin embargo, es el amor la que la hace llevadera. Ser padres, esposos o consagrados requiere cargar sobre los hombros una cruz que por momentos se torna insoportable pero por amor a nuestros hijos, a nuestro cónyuge a Jesús – Esposo la carga se hace ligera. Jesús nos lo dijo “el que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga".  El que sigue a Jesús  siempre podrá Caminar con su cruz a cuestas, siempre!
Como los hijos heredan de sus padres las características físicas y el temperamento, el rasgo que en el ser humano nos hace más semejantes a Nuestro Padre es el amor. Dios ama infinitamente. Somos semejantes a El en la capacidad de amar pero limitados porque así Dios en su infinita sabiduría lo dispuso. Somos semejantes más no iguales. Lejanamente semejantes. Porque amar no es simple sentimentalismo que se guía por el vaivén de emociones humanas. Amar es una decisión personal. Es un si diario. Es un si como aquél que dio Jesús al morir por amor, vapuleado y humillado en una cruz. La más grande lección de amor de todos los tiempos fue en una cruz de madera, rodeado de improperios, de burlas y de lágrimas.
Me gusta pensar en estas dos frases de la Madre y el Hijo: María Santísima le dice a Juan Diego: Porqué tienes miedo acaso no estoy aquí que soy tu madre? ( Mensaje de la Virgen de Guadalupe). Jesús le dice a los apóstoles en la barca ¿Porqué están asustados? ¿Acaso no tienen fe? (San Marcos 4:40). Revelan el carácter de la Madre y el Hijo. Un eterno si a Dios. Una señal inequívoca del amor al Padre. Me hace pensar que María le transmitió a Jesús desde el vientre materno ése amor a Dios. Tal vez Jesús en el calor de su hogar escuchó a María preguntarle lo.mismo de niño.Jesús heredó de su Santísima Madre la fe. Esa disposición de amar, de entregar, de darse al prójimo.
Aunque nuestras fuerzas flaqueen, aunque nuestras fe tambalee, acuérdate que naciste para amar. Como decía San Agustín: “ La medida del amor es amar sin medida”.

Un abrazo en Jesús y María!