sábado, 5 de noviembre de 2016


Transmitir la fe: Piedra angular de la iglesia doméstica.


…” Lo más lindo, profundo y bello para la familia está por venir.”
                   Papa Francisco



Muchos de nosotros hemos crecido viendo aquellos programas de televisión y películas de antaño que mostraban familias donde se priorizaban los valores y las buenas costumbres. En donde siempre había espacio para la reflexión y la sana diversión, donde la fe ocupaba el primer lugar en la mesa y  toda la familia se reunía  a dar las gracias a Dios por los alimentos recibidos. 

Pero una cosa es la ficción, donde todo funciona a la perfección y otra el mundo real. En las familias reales siempre hay días de desacuerdos, mal humor, discusiones, cansancio, frustración. Una familia no es fácil de construir, porque no se construye en un solo día o la construye sólo uno de sus integrantes. Es una pluralidad de constructores con genios y personalidades individuales donde el Arquitecto es Dios, quien proyectó y diseñó para la humanidad el modelo de Iglesia doméstica en la Sagrada Familia. 

La oración en familia es una parte vital en la construcción de ésta bajo la luz de la fe. Queda claro que es potestad de padre y madre dar a conocer a Dios a través del Evangelio, pero sobre todo a través del ejemplo, de aquellas acciones concretas que hacen que nuestra fe cobre vida,  que la Palabra de Dios rejuvenezca y sea el faro que guíe la vida de nuestros hijos. Pero, ¿cómo puedo transmitir  a mis hijos la fe? Cómo hago para inculcarles que la oración es el estilo de vida del cristiano? Una apoteósica y heroica tarea tan minimizada en nuestros días por cuenta del auge de la psicología moderna, en la que se debe estimular al niño tempranamente con toda clase de actividades y artilugios que la mayoría de las veces sólo buscan formar precozmente adultos competitivos, donde el éxito se mide por sus logros académicos y profesionales quedando en rezago lo más importante: sus logros existenciales.

Quiero compartir algunos consejos- desde mi experiencia- que me han ayudado a que mis hijos vayan desarrollando y fortaleciendo su fe:

1. De tales padres tales hijos: Los niños observan y están muy atentos a todo a su alrededor e imitan y copian frases, gestos y conductas. Por ende, si quieres sembrar en tus hijos la semilla de la fe a través de la oración, debes empezar por ti. Que tus hijos vean en ti la necesidad de orar y de meditar diariamente. Que todas las situaciones de tu vida- sean buenas o malas- estén impregnadas del perfume de la fe que se manifiesta en la oración constante. En el clamor a Dios. Tus hijos al verte postrado de rodillas ante el Señor querrán imitarte y poco a poco construirán por medio de tu ejemplo una relación filial con Dios. Enséñales a rezar el Padrenuestro y el Ave María. Lo aprenderán con el tiempo, pero sobre todo con el ejemplo de oración constante y llena de ferviente y ardiente amor hacia Dios.

2. El hogar como Templo de Dios: El hogar es la Iglesia Doméstica porque es el primer lugar donde aprendemos a amar a Dios sobre todas las cosas. Aprendemos que Jesús murió en una Cruz por nuestros pecados y que a los pies de esa Cruz estuvo María, Su Madre, Ella la primera herencia tangible de Jesús: Su maternidad espiritual sobre la humanidad entera. Por ende, es importante construir un altar en honor a nuestra Madre, o tener una imagen de ella en un lugar visible para todos. Tener un crucifijo también es fundamental porque evoca el sufrimiento de Jesús, nos recuerda cuán pequeños somos ante la magnitud de su sacrificio de amor. También sería recomendable tener la imagen de algún Santo de su devoción o del Papa. Es importante explicarles quién es el Vicario de Cristo y además contarles sobre la vida de aquellos que se unieron aquí en la tierra a la causa de Jesucristo abrazando su cruz, llevando una vida de santidad.

3. La Iglesia es la Casa de Dios: Llevar por primera vez  los niños a misa no es tarea fácil. Al principio siempre hay un poco de resistencia pero como dice un refrán muy popular: La constancia vence lo que la dicha no alcanza. Llévalos de todas formas para que se vayan familiarizando con la Eucaristía. Si tus niños son inquietos – sobre todo los más pequeños- trata de sentarte en la esquina de la banca para que te sea más cómodo salir si el niño llora. Antes de ir a misa recuerda hacer la Lectura del Evangelio del día y meditarla. Esto me ayuda mucho cuando mis hijos se ponen inquietos y me toca salir un momento para calmarlos porque ya sé de qué trata la lectura del día. No te sientas mal si las personas te lanzan miradas acusadoras o te hacen cometarios sobre el comportamiento de tus hijos en misa, eso pasará, lo que no pasará sin dar fruto es la semilla de la fe que has sembrado en el corazón de tus hijos. Estás haciendo parte de la revolución del amor como San Juan Pablo II lo expresaba. Ánimo!

4. La alegría de ser hijos de Dios: Nunca dejes de sonreír! Puede sonar a cliché pero es una frase que cobra verdadero sentido  cuando vivimos ardientemente nuestra fe. Somos felices por la certeza de sabernos amados por El Padre, redimidos por Su Hijo y cuidados por Nuestra Santísima Madre. La vida no es fácil. Siempre hay días buenos y otros regulares. Pero, son llevaderos siempre y cuando mantengamos la esperanza y la confianza cimentada en Cristo. Esta es la mejor forma de atraer a los hijos a la fe: El ejemplo de la alegría que no la opaca el mundo porque no es de este mundo.

5. La paternidad es amor basado en la Cruz: Ser padres es una tarea agridulce sin duda. Tiene su cuota de cansancio, frustración e incomprensión. No es un cuento de hadas. Pero acuérdate que estás sembrando para el cielo y en definitiva para una sociedad más justa y equitativa. La cátedra de la Cruz es el mejor ejemplo de lo que significa el verdadero amor. Es donación total y es sacrificio. Es agotador pero infinitamente satisfactorio. La corrección y el amor van de la mano. Amor sin corrección no es amor. Y corrección sin amor tampoco lo es. Corrige a tus hijos con amor, hazles saber el porqué de sus errores y que nunca se acuesten sin pedir perdón y sin perdonarse. Recuérdales lo que dice el Padre Nuestro: “Perdónanos como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Quiero terminar con  una hermosa frase de nuestro querido Papa Francisco que debemos recordar siempre:

“Esta es la gran misión de la familia: Hacer lugar a Jesús, recibirlo en la familia.
En la persona de los hijos, del marido, de la esposa y de los abuelos… Porque Jesús está allí”

Un abrazo en Jesús y María.

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