sábado, 5 de noviembre de 2016

Una Oda a la Paternidad a través del prisma de la fe


Exhortación Amoris Laetitia, Capítulo VII: Una oda a la 

Paternidad  a través del prisma de la fe.






Cada palabra hablada y escrita del Santo Padre es un "esfuerzo de amor"  y una "constante invitación" a todos para tomar consciencia de nuestro correcto desempeño como miembros de una familia y de nuestras obligaciones impostergables como padres para el bien de la humanidad.

Mucho se ha hablado y comentado sobre la Exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco. Los temas se han centrado sobre todo en el Capítulo VIII que trata sobre la situación de los divorciados vueltos a casar. Encontramos variedad de artículos a favor y en contra del capítulo antes mencionado. Creo, personalmente que la Exhortación Amoris Laetitia debería ser leída en su totalidad y darle la relevancia que merece a todos los puntos allí tratados. Todos los temas tienen un punto en común: La familia. Y no hay en la familia miembros más importantes que otros. Todos son importantes! Toda la exhortación es rica, valiosa e importante para las familias del mundo!

El Papa Francisco nos ha deleitado en sus dos Exhortaciones a través de un lenguaje sencillo y sumamente prolífico sobre la alegría de ser cristiano. Aquí podemos con sus palabras sentirlo cercano, cálido y sobretodo como pastor de la misericordia.

Quiero detenerme en el Capítulo VII, que trata sobre la forma de fortalecer la educación de los hijos. Tema que como madre me atañe y es de suma importancia sobre todo hoy en día donde el consumismo, las ideologías, lo efímero y desechable intentan colonizar las mentes de nuestros hijos.

El Capítulo VII de la Exhortación Amoris Laetitia inicia con una invitación a la familia a no darse por vencido. Nos cuestiona sobre la importancia de estar presente en todos los aspectos de la vida de nuestros hijos, de formar parte de su cotidianeidad y de no bajar la guardia pero tampoco de llegar a asfixiarlos con una excesiva vigilancia. Es una invitación a un acompañamiento sano y afectuoso, como un detenerse y mirarse a los ojos para aprender a escudriñar sin mediar palabra lo que ellos revelan. Porque el tiempo pasa rápido y cada instante vivido a través del prisma de la Sagrada Familia es un tesoro inescrutable. 

A veces, la educación de los hijos se vuelve una tarea titánica ya sea por los compromisos laborales de los dos cónyuges o por la cada vez más creciente familia monoparental, que es aquella  en la que por diferentes razones se le ha dejado a uno de los padres toda la responsabilidad de la crianza y educación de los hijos. Tal vez no sea fácil, tal vez haya momentos en que se desee  tirar la toalla, máxime en una sociedad como la de hoy tan hostil con la familia, pero, nunca hay que perder de vista que hemos sido llamados para una vocación: El matrimonio y la familia. Jamás debemos olvidar que nuestra vocación es nuestra prioridad número uno. No fuiste llamado a ser el más exitoso profesional o empleado. No. Fuiste llamado a ser padre y a ser madre. Esposo y esposa. Tu vocación querido padre o madre está plasmada en tu alma como el código genético en tu ADN. Después de ser hijos de Dios lo que le da sentido y sabor a tu existencia es tu vocación. Por éso es tan importante ejercer la paternidad sobre los hijos a través de la formación en la ética y los valores. Es  tomar las riendas de su formación moral. Aquella frase que tantas veces escuchamos hasta la saciedad "los niños son el futuro del mundo" es una frase que debería plasmarse en el corazón de todos. Sobre todo de los que somos padres. Porque los hijos son un don inestimable y   al criar y educar a nuestros hijos bajo la luz de los valores cristianos estaremos sembrando esperanza para el mundo. Dignificamos a la sociedad entera.

El papa Francisco con el lenguaje propio de un pastor que quiere y se preocupa por su rebaño, nos exhorta a no delegar nuestra tarea formativa. A ir paso a paso, sin apuros pero con firmeza. A crecer con el ejemplo que damos en casa. Nos enseña que no deben faltar en el hogar estas tres palabras: gracias, permiso y por favor. Que la mejor educación es la del fuero interno a través de la virtud. Como dice en sus palabras: 
<<La vida virtuosa, por lo tanto, construye la libertad, la fortalece y la educa, evitando que la persona se vuelva esclava de inclinaciones compulsivas deshumanizantes y antisociales. Porque la misma dignidad humana exige que cada uno «actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro»>>.

El Obispo de Roma nos enseña sobre la importancia de crear hábitos saludables en nuestros hijos. El hábito de saber escuchar, esperar, compartir, ayudar, porque la familia es el lugar donde por primera vez aprendemos a socializar. También muestra su preocupación por el auge de la tecnología y como su mal uso puede alejar y dividir a los miembros de la familia e incluso alienar la mente de nuestros hijos cuando no hay un control sobre su contenido.

Por otra parte, también toca un tema de vital importancia en nuestros dias: La educación sexual. El santo padre nos invita a no dejar toda la responsabilidad de la educación sexual de nuestros hijos a terceros. La sexualidad debe estar iluminada a través de la fe cristiana que promulga el amor y la donación mutua. En palabras del sumo pontífice: 
<<Una educación sexual que cuide un sano pudor tiene un valor inmenso, aunque hoy algunos consideren que es una cuestión de otras épocas. Es una defensa natural de la persona que resguarda su interioridad y evita ser convertida en un puro objeto. Sin el pudor, podemos reducir el afecto y la sexualidad a obsesiones que nos concentran sólo en la genitalidad, en morbosidades que desfiguran nuestra capacidad de amar y en diversas formas de violencia sexual que nos llevan a ser tratados de modo inhumano o a dañar a otros.>>

Así mismo, en la exhortación se habla de como el mundo banaliza y por ende envilece la sexualidad del ser humano con aquellas campañas o slogans que promueven a "cuidarse"  procurando un "sexo seguro" como si el fin procreativo de la sexualidad -un embarazo- fuera algo nefasto y negativo que hay que evitar a toda costa. También critica la forma en la que se invita a los adolescentes a experimentar con sus cuerpos, a darle rienda suelta a sus deseos narcisistas, en la búsqueda del placer por el placer, en último término del uso y del abuso indiscriminado del cuerpo. Francisco sabiamente nos recuerda que:
<<Es importante más bien enseñarles un camino en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicación rica de sentido. Porque todo eso prepara para un don de sí íntegro y generoso que se expresará, luego de un compromiso público, en la entrega de los cuerpos. La unión sexual en el matrimonio aparecerá así como signo de un compromiso totalizante, enriquecido por todo el camino previo.>>

Por último y no menos importante el santo padre invita cálidamente, casi al oido, a cada uno de los padres y madres a transmitir la fe con el ejemplo. En ése lenguaje sencillo  al que nos tiene acostumbrados, propio del pastor de la misericordia, nos alienta a perseverar en la oración, en el diálogo incesante con Dios y en el servicio al prójimo. Hace alusión a la gran importancia del bautismo con una tremenda frase de San Agustín, las madres que llevan a sus hijos «cooperan con el parto santo». 

Padres y madres:
Somos instrumentos que Dios utiliza para transmitir la buena nueva de Su fidelidad de generación en generación. Este capítulo es toda una inyección de ánimo y de coraje a todos los padres y madres en la difícil pero gratificante tarea de educar a sus hijos en la fe. Y aprovecho para unirme a este pequeño pero tierno homenaje del Papa Francisco condensado en estas palabras con las que que finaliza el Capítulo 7, así:
<<Quiero expresar especialmente mi gratitud a todas las madres que oran incesantemente, como lo hacía Santa Mónica, por los hijos que se han alejado de Cristo>>.

Animo papás y mamás!

Abrazo fraterno en Jesús y María!

No hay comentarios:

Publicar un comentario